Las respuestas
¿Existe una experiencia de verdad en el proceso artístico que implica el artista en la realización de sus obras?
Hay una pregunta que en las últimas décadas está caracterizando el debate filosófico acerca del arte: ¿Existe una experiencia de verdad en el proceso artístico que implica el artista en la realización de sus obras? Si así es, ¿Qué tipo de verdad es? ¿Esta verdad puede transmitirse al usuario de la obra de arte?
La cultura estética dominante, o sea, las ideas inherentes al proceso artístico y a las obras de arte en general, se centra en una concepción de las obras de arte como la producción de belleza. Durante siglos, la mayoría de los historiadores del arte y los críticos de arte se han centrado en los aspectos específicos técnicos-compositivos que caracterizan a los diferentes artistas en diferentes épocas, sus consideraciones, sus críticas y análisis en relación con su idea de belleza. El ámbito de sus investigaciones y construcciones mentales se ha limitado a estos aspectos, relacionados con la biografía del artista, el contexto histórico-cultural y social donde se formó y maduró. Se han concentrado en las evoluciones y transformaciones técnico-pictóricas que tuvieron lugar en el curso de la vida del artista y en la clasificación de las mismas en esquemas estéticos rígidos y abstractos, es decir, las concepciones del arte y sus realizaciones prácticas. Los historiadores del arte convergen, se dividen, se confrontan y se enfrentan en este limitado y estrecho ámbito temático. Excepto en casos muy raros, la mayoría de ellos nunca han atribuido al proceso de creación artística una dimensión de experiencia de verdad o de producción de verdad por parte del artista. Se han limitado a la dimensión estética, o sea, a la correspondencia con ciertos cánones de belleza que utilizan, cánones diferentes que cambian en el devenir histórico-cultural.
La cultura de los historiadores del arte ha exaltado a la persona como artista, borrando al artista como persona, insertado en un contexto histórico-cultural específico. Han limitado sus ideas al artista, olvidándolo como una persona con sus propias creencias políticas y religiosas, su adhesión a visiones específicas del mundo y del hombre. El artista como persona, caracterizado por el flujo de experiencias que han influido en el aflorar de sus propias verdades y convicciones morales. Han ignorado que el hombre, la persona, lo existente, se entrelaza e interactúa con su ser artista, que traduce, transfiere, transforma simbólicamente y fija en sus obras sus verdades, sentimientos, creencias, esperanzas, expectativas, amarguras, decepciones y alienaciones. En la mayoría de los casos, las obras de arte combinan verdad y belleza, son una transposición de las experiencias de la verdad de los artistas, que estos han vestido de belleza.
Existe una regla metodológica que guía todas las investigaciones y que se podría resumir de la siguiente manera: "Se puede encontrar lo que se busca, por lo tanto, los objetivos que modulan y dirigen una investigación son fundamentales". Hay muchos ejemplos que se pueden encontrar en la vida cotidiana, especialmente en algunas aficiones. Por ejemplo, aquellos que buscan setas enfocarán su atención perceptiva en este intento y desarrollarán una habilidad particular para identificar estos deliciosos productos naturales. Sus ojos observarán con una atención acentuada y capacidad de distinguir, y por pequeños elementos perceptivos podrán detectar la presencia de setas. En muchos otros casos de nuestra vida diaria experimentamos esta capacidad de encontrar lo que estamos buscando. Lo mismo se aplica a la investigación científica, a la investigación artística y así sucesivamente. Si asumimos la premisa de que el artista en la realización de sus obras no se limita a ajustarse a unos cánones estéticos, sino que quiere traducir en una pintura, en una escultura, en un poema una experiencia personal: ideas, sentimientos, creencias, su experiencia personal de la verdad, entonces él comunicará su verdad vistiéndola de belleza. Si tenemos este objetivo de investigación, procederemos en consecuencia, equipándonos con esos conocimientos y técnicas que nos permitan reconstruir, aunque sea de manera aproximada, las creencias y los sentimientos que el artista inyecta en sus obras. Si seguimos los hechos, las historias de los artistas, sus concepciones del arte en general, si evitamos deformar estos hechos con elaboraciones e interpretaciones sobre las obras de arte de naturaleza abstracta y teórica, si nos mantenemos fieles a los hechos, podemos sacar a la luz una serie de elementos objetivos, en los que mana y brilla la actividad de encarnar en sus obras su experiencia de la verdad. En la historia del arte tenemos muchos de estos ejemplos: en el período del humanismo artístico florentino, pintores como Botticcelli, Leonardo y escultores como Miguel Ángel, transfirieron en sus obras las tesis fundamentales del neoplatonismo desarrollados por Marsilio Ficino. El expresionismo pictórico es otro ejemplo de la transposición artística de la dimensión existencial experimentada por estos artistas, una transposición de sus experiencias con respecto a una sociedad y cultura dominantes que no compartían. Un vestir de belleza en el que volcaban sus sentimientos íntimos de inquietud o exaltación. Una traducción de su interioridad según técnicas pictóricas específicas. No podemos no escuchar, leer, interpretar la famosa obra de Munch, El grito, como una apasionada denuncia del malestar del artista como persona, un malestar producido por costumbres, valores y prácticas sociales dominantes, ajenas y rechazadas.
En los procesos artísticos, colocados en específicos contextos histórico-culturales, políticos, económicos, morales y de valor, se crean y emergen diferentes experiencias de verdad del artista. Una construcción donde el ser del artista brilla como persona física inmersa en su tiempo. En los períodos clásico, medieval, humanístico e y de la ilustración domina la representación del mundo natural, histórico y social. Estos temas centrales se retoman en parte en el período romántico y con mayor atención a los temas históricos y sociales por la estética marxista. Con la llegada del Dadaísmo, del Surrealismo, del arte abstracto y el Cubismo, la vida del artista como persona se vuelve dominante. El personal experimentado ingresa en el contenido artístico y en su forma expresiva. Adquieren centralidad los conflictos, tormentos, ilusiones o desilusiones del artista-persona. Sus alienaciones y alejamientos con su tiempo, sus rebeliones y rechazos de un cierto conformismo componen varios arabescos de "experiencia de la verdad", influyen, cambian la forma y el contenido de las obras de arte, aunque de diferentes maneras y formas en los variados campos artísticos, afectan las técnicas artísticas y el lenguaje artístico. Algunas formas artísticas se vuelven centrales sobre otras, por ejemplo, la poesía sobre la pintura y la escultura. Algunos géneros literarios, como la novela histórica o la autobiográfica, conquistan una centralidad con respecto a la novela fantástica. El cine hace irrupción con fuerza, conquistando una nueva centralidad con respecto a las tipologías de las expresiones artísticas tradicionales. Lo mismo se aplica al uso de las nuevas tecnologías de la informática, la cibernética, los programas digitales y sofisticados de las computadoras. Cambia la naturaleza de la experiencia de verdad pero no su presencia en las obras de arte. La mayoría de los historiadores del arte, ciegos y sordos a los elementos objetivos y factuales, claros u oscuros, manifiestos o velados, buscaban otra cosa. Eran como ciegos a ciertos contenidos perceptivos que se destacaban frente a sus ojos o a sus sentidos. Ellos, ayer como hoy, continúan, de manera obstinad y obtusa a buscar, componer e interpretar solo desde un punto de vista técnico-estético. En ellos, está completamente ausente la idea de que hay una verdad en las obras de arte, entrelazada con la dimensión estética y la realización técnica.
Si hay una experiencia de verdad, ¿de qué tipo de experiencia se trata?
Responder a la pregunta "¿Qué tipo de verdad se encuentra en las obras de arte?" es un ejercicio difícil, lleno de obstáculos. En primer lugar, debemos declinare el término "verdad" en plural, ya que hay muchas formas de verdad que los artistas inyectan en las obras de arte. La naturaleza de estas verdades experimenta cambios constantes en el flujo de la historia, de las concepciones sobre el arte y de la manera específica en que el artista concibe y practica la asociación con la belleza que viste la verdad. El elemento que une estas diferentes visiones sobre la verdad en el arte consiste precisamente en esta palabra: "verdad". Con ello, me refiero a una relación con diferentes grados de correspondencia entre un pensamiento expresado y la cosa a la que se dirige: una entidad real, presente en el mundo natural e histórico. Históricamente, estas verdades, como correspondencia, se presentan en dos formas: una refleja la realidad externa, la otra se orienta hacia los procesos internos del artista de naturaleza sensible, afectiva, cognitiva, ideal y de valores. Estos dos tipos de verdad atraviesan toda la historia del arte, se presentan en configuraciones múltiples y heterogéneas. Hay varios factores que los afectan: el contexto histórico-cultural y político-social en el que vive el artista, las creencias, los sentimientos y las experiencias específicas que experimenta el artista como persona, las concepciones particulares sobre la naturaleza del arte y el papel de la obra de arte creídos y practicados por el artista. Otro factor importante se refiere a los límites y modos de transmisión de estas verdades relacionadas con formas específicas del arte: desde la pintura, pasando por la escultura, la música, la poesía, la literatura, la comedia y terminando con nuevas expresiones artísticas encarnadas en el cine y en las formas de arte contemporáneas. Incluso en la diversidad de estas composiciones, los dos tipos de verdad que se encuentran en el proceso artístico, la que se centra en el mundo exterior y la otra, sobre las experiencias específicas vividas por el hombre-artista, nunca aparece absolutamente separadas u opuestas. Por el contrario, coexisten y se mezclan, a través de un movimiento que se modula sobre los cambios existenciales y estéticos del artista. Un movimiento donde las dos verdades que, comparadas con su objeto, aparecerían en antítesis y separadas, coexistirán en varias fusiones y tramas, donde ambas mantienen su naturaleza. Un movimiento fluctuante, sin que uno niegue radicalmente al otro o se afirme de manera absoluta y única. Estos resultados teóricos, esta visión aparentemente abstracta, son el resultado de estudios cuidadosos sobre la vida de los artistas, su concepción y prácticas del arte. Una tesis que tiene una sólida base factual. Desde los trágicos griegos, Esquilo, Sófocles, pasando de los grandes artistas humanistas del Renacimiento, a los maravillosos poetas románticos, continuando con Baudelaire, el dadaísmo, el surrealismo y el futurismo, pasando al comprometido arte de matriz marxista y existencialista de Brecht, Sarte, Camus, Celine etc., hasta alcanzar el arte contemporáneo, los dos tipos de verdad están siempre presentes. En algunos casos domina la verdad con su centro en la realidad externa, en otros casos, la verdad con su eje en las múltiples experiencias personales e interiores. Estas verdades, a menudo ocultas y simbolizadas en las obras de arte, han sido invisibles para los historiadores del arte.
¿Estas verdades pueden transmitirse al usuario de la obra de arte?
La transmisión de las "experiencias de la verdad", representada por la forma de las obras de arte a través de las cuales el artista otorga materialidad a su creación artística, se produce de múltiples maneras. En la pintura con imágenes, líneas y colores, en la escultura dando forma a la materia prima disponible, en la música a través del lenguaje musical, en la poesía y la literatura a través de las palabras, en el cine a través de fotograma en movimiento, etc. Como ya escrito, las verdades relativas al mundo externo y aquellas relacionados con la dimensión existencial e íntima de los artistas, producen múltiples arabescos. Lo mismo se aplica a las formas en que el pintor, el escultor, el poeta o el novelista tratan de comunicarlas. A lo largo de la historia del arte en general y de la pintura en particular, los escenarios de la historia ha sido pisados por una gran cantidad de formas de verdad: aquella simbólica, pensamos en todas las alegorías pictóricas encarnadas en los seres humanos o en los seres ideales, virtudes, valores, tipos de individuos que se refieren a personas "de carne y huesos", pinturas destinadas a transmitir las verdades divinas, a elevar y reforzar los sentimientos religiosos. Caravaggio mismo, aunque con algunas variantes, tuvo que adaptarse a las reglas escritas por la Iglesia después de la contrarreforma de Trento. En consecuencia, retrató eventos inscritos en la historia de Jesús, de santos y mártires, que emanaban mucho pathos, dirigido a influir, despertar y fortalecer los sentimientos religiosos de los usuarios de sus obras. Lo hizo a su manera, aún así lo hizo. Al leer o escuchar muchos poemas, especialmente líricos, relacionados con episodios personales dolorosos o alegres experimentados por los poetas, se produce una participación emocional espontánea, una identificación con la experiencia del artista, de la que surgió la creación artística. Una participación en sus eventos alegres o dolorosos, similares a aquellos experimentados por los lectores del poema. Esta experiencia de verdades subjetivas, esta cercanía íntima, reside en la universalidad de los sentimientos, el amor, el odio, la melancolía, la tristeza. Cambian las culturas, las civilizaciones, las formas políticas, las costumbres y la moral, las formas en que se viven y manifiestan los sentimientos, pero algunas modalidades básicas permanecen constantes. Cuando se odia, se intenta herir la causa del odio. Cuando uno ama, trata de hacer el bien del objeto de su amor. La universalidad de la poesía, la música, la pintura y el arte se basa en esta comunidad de experiencias naturales, más allá de la raza, la cultura, las religiones, etc. El arte ofrece experiencias de verdad, revividas por aquellos que entran en contacto con ellas. Una experiencia de verdad diferente de aquella racional e impersonal de la ciencia, de aquella abstracta y conceptual de la filosofía. Las obras de arte llevan en su seno muchos tipos de verdad y aquellos que participan en la experiencia de una obra de arte toma la leche de este seno, las formas excéntricas y diferentes de la verdad. Estas comunicaciones de verdad que el artista introduce en sus obras a menudo se esconden a las mirada de quienes miran o participan en una experiencia artística. Por ejemplo, muchos pintores utilizaron símbolos y colores como elementos para emitir emociones e imágenes. Usaron signos, números, letras, mensajes diminutos escondidos en los recovecos de sus composiciones pictóricas. Lo mismo ocurre con las esculturas, pensamos en el sufrimiento, atormentado de la última Piedad de Miguel Ángel y de sus esculturas inacabadas: Prigioni. En estas esculturas, Miguel Ángel ha puesto sus tormentos, sus ideas filosóficas y religiosas, y su miedo a la muerte inminente.
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